Pensar en el Romanticismo como un movimiento del Siglo
XVIII-XIX es pensar en una nueva forma de arte, un arte hecho sobre una idea y
no como una representación de la realidad ligado a un carácter utilitarista que
me pone enferma si hablamos de expresión. ¿Por qué nos empeñamos en arrancarle
la magia a todo?
El Romanticismo quiso ir más allá de la razón, quiso sobrepasar
toda sistematización. Consideraba el arte, “lo sublime”, como algo que desborda
belleza, tanto que nadie puede soportarlo y quienes consiguen tocarlo se
queman, algo que parece que afila otra realidad posible, quizá en el subconsciente…
Y todo lo de la bestia interior kafkiana, la esquizofrenia, el Síndrome de
Stendhal, el mito de las sirenas, las femme
fatale… Plasman la imposibilidad de interpretar el ARTE como tal, como
ARTE.
Esta idea me hace pensar en ella aún sin saber muy bien si
en pasado, en presente o en un futuro utópico.
La idea de arte va íntimamente ligada a ella en sus
innumerables ramas: música, poesía, pintura, fotografía, la creatividad, la inconformidad,
la agresividad, subversión, transgresión, la irracionalidad que nos vuelve
locas... Estar “más allá”, por no hablar de lo estético.
Si a los Impresionistas les obsesionaba el reflejo de la luz
en el agua es porque Cezanne, Renoir, Tou-Lousse, Monet y esa patrulla
indestructible del “Salón de los rechazados” nunca vieron como una gota de agua
se queda atrapada en una de sus pestañas tras una ducha o tras una lágrima.
Si Goya la hubiera conocido nunca habría pintado para la
Corte y seguramente sus 14 pinturas negras serían un poco menos negras.
Si el Gran Leonardo hubiese podido tocar un rayo de Sol
acostado en tus clavículas de alfiler el Renacimiento dejaría el equilibrio de
lado y se habría tirado de cabeza en el más hermoso caos. Si te hubiese podido
esculpir se habría dejado las manos e incluso la vida en ello y aun así no
habría conseguido plasmar ni una décima parte de tu belleza.
Y acabas apareciendo en mi vida, tu, que Gala envidiaría tus
dotes de musa, que podrías haber hablado a Hesíodo sobre la verdad, que eres la
personificación de la palabra Arte.
Y yo, que sólo soy capaz de acercarme al Arte llena de
admiración, me olvido de todo lo vivido, todo lo sufrido y todo lo aprendido y
en vez de tratar de tocarte con la punta de los dedos voy y te abrazo de lleno.
¿Qué esperaba? ¿De qué me quejo?
Toqué el Sol y me quemé, superaste una idealización que ya
no sé si existe. (Te) viví intensamente.
Traté de hacerlo bien, creo que lo hice bien y aun así… Me has destruido.